CARLOS GIGENA SEEBER
TRIBUTO A UNA PERSONA NORMAL QUE CONQUISTO LO EXTRAORDINARIO.
Corría 1973, cuando un joven de 31 años, Carlos Gigena Seeber, decidió invertir sus escasos ahorros y jugarse por su propio proyecto. Era jefe de service de Alson, una reconocida empresa dedicada a medicina nuclear, con un sueldo significativamente superior al que había tenido en un laboratorio de la Facultad de Ciencias Exactas, pero él quería hacer una diferencia: quería desarrollar equipos de bandera nacional. Él confiaba en el potencial de la industria nacional y al no tener el apoyo en su lugar de trabajo, apostó por hacer su propio camino.
Los héroes cotidianos, como Carlos, y en esto pretendo poner el acento, para que su historia pueda iluminar a otros más allá de nuestra familia y sus colaboradores, son personas normales que en un punto de sus vidas optan por aventurarse en la conquista de lo extraordinario. Es en ese momento que se transforman en héroes. Casado en un matrimonio de amor con mayúsculas con Paulina, con una hija de 6, Carina y otra de 3, Tamara, jugársela no era fácil, y peor en nuestra impredecible Argentina, sin embargo se la jugó con todo.
Durante dos años, trabajó ocho horas vendiendo instrumental científico, más otras 8 horas en la inicial FADEE, que más tarde es AADEE s.a., más sábados y domingos. En 1975, pudo por fin, dedicarse de lleno a su propia empresa. Siempre reconoció el aporte de sus trabajos anteriores, con cartas de agradecimiento y nombrando a las empresas y a sus jefes, en cada
entrevista que se le realizó. Era un “arreglador” nato, devorador de manuales de uso y service, y dueño de un sexto sentido, arregló todo tipo de equipamiento del área médica y nuclear. En un principio, se avocó justamente al service nuclear, logrando un prestigio importante dentro de la Comisión de Energía Atómica.
Después se cruzó con los equipos de pH y gases en sangre, primero haciendo service de los importados, para después ir desarrollando partes hasta lograr un primer equipo nacional. En principio era medio armatoste, manual, dividido en dos módulos, lejos del extranjero en pinta, pero lo más importante: CONFIABLE y con un costo muchísimo más accesible. Este es un país con grandes distancias y un mercado pequeño, con lo cual no es promisorio invertir en desarrollo ¿Exportar? Ese sería el objetivo… pero cuando los competidores externos son empresas gigantes y super establecidas suena delirante. No le importó. Junto a sus colaboradores, fue perfeccionando su analizador de pH y gases en sangre y el de electrolitos,
hasta lograr los actuales uGASES (Micro Gases) y uISE (Micro Ise) equipos automáticos, 100% con componentes nacionales, robustos y de elegante diseño industrial.
Mientras, la empresa crecía en representaciones, proveyendo a sectores como: anestesiología, medio interno, cirugía, neurocirurgía, medicina y física nuclear, e industria (ver enumeración de hitos), siempre con la consigna de brindar el mejor servicio post venta del mercado. Al quinto
piso de Triunvirato 4135, se sumó la planta de La Pampa y Pacheco inaugurada en 2006 y la propiedad contigua a ella, en 2018. La empresa nacida unipersonal, excedió la estructura familiar con Paulina en las finanzas, Tamara en las ventas y Christián, el hijo menor, en el sector de
producción, con la incorporación de excelentes profesionales y el desarrollo de los colaboradores históricos con muchísimos años de trabajo junto a Carlos, siempre con la gran meta como leit motiv: “Producir cambios que permitan el acceso a nuevos grados de conocimiento”.
Carlos no es (me empeño en el verbo en presente) solo un hombre de las ciencias, es un ser holístico. Basta recorrer los títulos de su vasta biblioteca, para darse cuenta todos los temas que lo inquietaban, siempre desde el hambre filosófico para encontrar respuesta al inquietante enigma de nuestra existencia, nuestra misión en esta vida y más allá de ella. Toda ciencia y todo arte lo intrigaban.
Gracias a Paulina descubrió el amor por las mascotas y a mediados de los noventa, Rumi, el gatito persa, en principio de la familia, se convirtió en su entrañable compañero. Tuvieron una relación simbiótica. Rumi, no nos cabe duda, le fue enviado como un apoyo emocional que lo inspiró a
sortear un duro golpe empresarial. Atravesada la tormenta el amado gatito falleció de solo 7 años por una extraña enfermedad felina, de la que poco se sabía en aquel momento. Carlos con su abultada lectura de filosofías orientales, no dudó en corroborar el por qué le había elegido aquel
nombre. Rumi también lo ayudó a volver a conectarse con su esencia artística. En homenaje a su amigo, escribió dos libros:”Rumi” y “Rumi II, El camino del Arte”, en los que mixtura experiencias de vida y laborales, con reflexiones espirituales, filosóficas y religiosas. No pretende dar clase ni
ostentar verdades, pero esas obras dan luz a las sombras de tantas dudas que tenemos.
Consolidada su empresa en lo económico y en su estructura humana, Carlos tuvo el respiro para volver a abrazar la fotografía. Uno de sus primeros trabajos había sido en un laboratorio fotográfico, y después pasó a hacer fotografía social. En su retorno a la actividad, en parques, plazas, viajes y en su amado refugio: la isla del Tigre, salía a cazar instantes de la naturaleza,
detalles, nimiedades y perpetuarlos con un click de su cámara. Empezó con una tímida exposición de fotos en la sala de teatro Uriarte viejo, como antesala de una obra de teatro de Carina, su hija mayor. “Ecléctica”, así bautizaron la muestra, tal cual los intereses del artista a cargo. A partir de
allí no paró, se codeó con galeristas que le dieron espacio a sus fotos, compartió muestras con pintores, y un día se encontró garabateando con acrílicos sobre un pequeño lienzo ganado en un sorteo. Nacía otra pasión: la pintura. Se entusiasmó porque así lo explicaba él: “en la pintura, me entusiasma el crear a partir de un lienzo en blanco, todo está abierto a mi
imaginación; en cambio, en la fotografía, me siento limitado a capturar, a cazar la imagen que se me presenta”. Quiso crear su propio universo, su propio imaginario.
Como siempre, metódico y disciplinado, se concentró en aprender de los que saben y dedicó horas a estudiar y perfeccionarse pincel en mano. Su producción es prolífica, digna en calidad y cantidad de obras a una vida enteramente dedicada a la pintura, pero increíble para solo un poco más de una década en la vida de un hombre que seguía a la cabeza de su propia empresa. Expuso en reconocidas galerías, museos y espacios nacionales e internacionales, obteniendo premios prestigiosos. Amaba compartir su
obra e iba siempre con catálogos en mano para regalar a quienes les interesara. Les pido que entren a conocerla en su página: www.gigenaseeber.com.ar. Sé que esto lo hará feliz.
Su paleta es alegre y vibrante, de una fuerza primitiva, tribal. Emocionan esos colores tan llenos de vida, tan Eros. Entre representativa y abstracta, como si su mundo onírico invadiera sus lienzos. Ponía como en su fotografía el acento en pequeñeces. Tal como me había confesado acerca de su amor por Paulina: “el secreto es que coincidimos en los grandes ideales pero también en los pequeños detalles.” Ciencia y arte, racionalidad y
emocionalidad, siempre cultivando su ser en todos los aspectos y tratando que otros se desarrollen con esa misma plenitud.
Podría escribir mucho más sobre este este gran esposo, gran padre, gran emprendedor, gran artista; en resumen gran hombre, y nunca se agotaría el material, porque seguirá vivo en su esposa e hijos, sus nietos, su empresa y colaboradores y en su obra artística.
Se nos fue de repente, quizá para que no sufra, pero de todas maneras nos resulta injusto, porque como la canción que tanto le gustaba en honor a Salvador Dalí: “si te reencarnas en carne, vuelve a reencarnarte en ti, que andamos justos de genios” y en este caso terminaría… “es un genio: Carlos Gigena Seeber”.
Cierro este homenaje con sus propias palabras para la publicación ADIMRA: “Siento que recorrí un camino importante para lograr mi autorrealización. A través de mi empresa, me siento profeta en mi tierra en el campo de la física nuclear; en el mundo del arte, encontré mi potencialidad creadora; y en el universo de la familia, encontré el amor y mi equilibrio.”