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LA PARADOJA DEL EJERCICIO FISICO

Ponzer, Herman, Pls One, Vol7, No. 7; Current Biology, Vol.26, No.3, 2016, Scientific American, Vol. 2, Pag. 33, Feb. 2017.

Es común ver actualmente la frustración que mucha gente siente al notar que el ejercicio físico tiene poco control sobre el peso corporal. Explicaciones parcialmente ciertas como que el músculo más pesado reemplaza a la grasa más liviana no alcanzan a explicar por qué un supuesto mayor consumo de calorías no se traduce en una pérdida proporcional y continuada de peso.
El antropólogo Herman Ponzer del Hunter junto a colegas del Hunter College, Universidad de Arizona y del Baylor College estudiaron esta aparente paradoja verificada comparando la actividad física de campesinos y población urbana en Bolivia y Guatemala. Recientemente decidieron cuantificar y profundizar estas observaciones. Para ello seleccionaron un grupo de residentes sedentarios de la ciudad de New York y otro grupo de la etnia Hdaza, cazadores recolectores nómades del norte de Tanzania. Ambos grupos se caracterizan por una aparente marcada diferencia de demandas físicas e intelectuales.
Como método cuantitativo para determinar consumo calórico se utilizó el de doble marcación: los participantes del ensayo deben ingerir únicamente agua enriquecida con el isótopo O18 y con deuterio H21. Se recoge toda la orina y se calcula la producción diaria de CO2 y el gasto de energía. Este método ya se ha convertido en estándar para el diseño de políticas públicas en cuanto a consumo calórico en los Estados Unidos y muchos países de Europa.

Los estudios realizados en ambos grupos tienden a confirmar lo que estudios preliminares desde 1990 venían indicando: sorprendentemente los dos grupos tienen un consumo promedio de calorías similar, independientemente del entorno social: 2600 Kcal/día para los hombres y 1900 Kcal/día para las mujeres.
Se ha argumentado que como casi el 25 % del consumo energético lo realiza el cerebro, se compensa una mayor actividad física con una mayor tarea intelectual.
Herman Porter y Dave Rachlen acompañaron a un grupo de Hdaza en la cacería de jirafas, principal sustento de la tribu. El método consiste en herir a la jirafa con un dardo envenenado y luego seguir su rastro durante horas o días hasta dar con el animal muerto. Esta actividad requiere un uso cerebral intenso; olfato, reconocimiento de lugares, vista agudizada, etc., no menor al uso cerebral que el de un oficinista o empleado público neoyorkino. Por otra parte, hasta el advenimiento de la agricultura hace 10000 años, ésta fue la principal actividad humana y es la que forjó nuestro cerebro actual. Toda la actividad de los Hdaza es físicamente demandante: todas las mañanas las mujeres salen del campamento con sus hijos a cuestas y cavan el suelo rocoso en busca de tubérculos y frutos. Cuando la caza escasea, los hombres colaboran recogiendo miel trepando árboles, también en una actividad física altamente demandante. Dejando de lado las nociones románticas del Paraíso perdido, la actividad cazadora/recolectora es cerebral y riesgosa. El hecho de que el consumo energético medio sea prácticamente constante, muestra que es una característica metabólica de la especie y del género, con pocas variaciones individuales.
En un estudio realizado en paralelo en el llamado Modelo de Transición Epidemiológica sobre más de 300 participantes se constató que personas totalmente inactivas consumían en promedio apenas 200 Kcalorías/día menos que personas con alta actividad física. Por otra parte un adulto Hdaza consume caminando un kilómetro la misma cantidad de calorías que un europeo o americano en la misma actividad. También es dable observar en todos los grupos sociales que el consumo calórico llega a un plateau y más alla de él, la producción de ácido láctico y otros ajustes metabólicos lo limitan.
Aunque el mecanismo aun no se conozca en detalle, la especie está adaptada a ahorrar consumo de energía cuando la actividad física así lo requiere.
Los humanos consumen y gastan en promedio unas 400 Kcal/día más que chimpancés y bonobos, 700 más que gorilas y 800 más que orangutanes. El ajuste de cada especie es indudablemente una optimización a los recursos disponibles, cambiando la velocidad del proceso metabólico en un lento proceso adaptativo de ajuste y que la evolución ha perfeccionado.
Una primera conclusión es indudable: la obesidad es una enfermedad producida por exceso de ingesta calórica, sólo compensable marginalmente por la actividad física. El equilibrio que la especie logró a lo largo de más de un millon de años de actividad cazadora/recolectora se rompe a partir de la revolución agrícola del neolítico y comienza un lento proceso de exceso de ingesta por sobre el equilibrio alcanzado.
Ponzer señala adecuadamente que las conclusiones alcanzadas no invalidan en absoluto la necesidad de mantener una actividad física adecuada. Sus beneficios en cuanto a reducir los procesos inflamatorios, mejorar la actividad cardíaca y circulatoria y expandir el sistema inmunológico son indudables.
Pero quien tenga exceso de peso, primero debe adecuarlo con una dieta y pensar sólo en el gimnasio como actividad sanitaria complementaria e imprescindible.

Por el Dr. Enrique D’Alessio.