EL ENFOQUE BIOMOLECULAR
Las causas que provocan los diferentes tipos de cáncer –una de las enfermedades más comunes, y quizá la más temida– son cada vez mejor conocidas por la medicina. Los actuales tratamientos se focalizan en combatir, mantener a raya y, en el mejor de los casos, hacer desaparecer los tumores. Su éxito depende en gran medida de cuán tempranamente se los detecte y ataque, pero, ¿se puede ir más allá y prevenir su aparición?
El enfoque Biomolecular, desarrollado por el médico argentino Enrique Zabala Begnis (Foto), pone el foco en las causas “invisibles” que afectan al paciente de hoy, que es, básicamente, “un paciente intoxicado”.
El ADN que porta la información de nuestro genoma se encuentra en el núcleo de cada una de nuestras millones de células, que son las unidades funcionales más pequeñas del organismo. Normalmente éstas se reproducen de forma organizada y diferenciada según la parte del organismo en que se encuentran y el tejido al que pertenecen. Pero a veces ocurre algo en esa información que hace que comiencen a reproducirse en forma desorganizada y formen tejidos extraños, ajenos a la fisiología normal: son los tumores, que pueden ser benignos o malignos. En este último caso, se habla de cáncer.
¿Es entonces el cáncer una enfermedad genética? La realidad es un poco más compleja. El Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, con un poco más de precisión, define a sus causales como producto de una interrelación entre el genoma y el medio ambiente. Pero, ¿qué tipo de interrelaciones del genoma con su medio son las que causan los tumores? ¿Se pueden modificar, o evitar?
“En realidad, cuando pensamos en la exposición a los gases que eliminan los caños de escape de los vehículos, a los plaguicidas con los que tomamos contacto sólo con tendernos al aire libre en una zona que es fumigada o a virus como el HPV o el de la hepatitis B, vemos que esa supuesta interrelación es más bien un constante ataque de un medio tóxico que nuestro genoma sufre”, aclara el doctor Zabala Begnis, director del Centro de Investigaciones en Medicina Biomolecular (CEMBIO). De acuerdo con Zabala Begnis –cirujano de formación, cuyo nuevo enfoque tomó como pilares el estudio de la medicina cosmonáutica desarrollada en la ex Unión Soviética y el enfoque orthomolecular–, “es claro que son los factores contaminantes del medio ambiente, cada vez más sobrecargado de nuevas sustancias tóxicas, los que penetran en el cuerpo por el aparato respiratorio, el digestivo y la piel, ingresando a nuestros tejidos de forma forzada hasta el núcleo de nuestras células, donde se encuentra el material genético”.
Lo que estos agresores generan es un ataque permanente a la información genética y, por estar cada vez más presentes en el mundo actual, tienen más chances de quebrar los mecanismos naturales de auto reparación con que cuenta el genoma. “A mayor exposición a los tóxicos, mayor riesgo, y el caso es que el paciente típico de hoy es, ante todo, un paciente intoxicado”, puntualizó el médico argentino.
Afectada de esa manera, la información genética tiene mayores probabilidades de sufrir mutaciones. Al cambiar accidentalmente el código genético, cambian las “instrucciones” que le indican a la célula cómo reproducirse, qué funciones cumplir y qué proteínas generar.
Es por eso que, según Zabala Begnis, la sobreexposición a sustancias tóxicas –que pueden quedar además almacenadas en el medio interno, que es el propio cuerpo– puede derivar en cáncer: “Ejemplos típicos son la ingesta de agua supuestamente potable pero con exceso de arsénico, un problema que es endémico en nuestro país, y fumar, cuando sabemos que el cigarrillo contiene al menos 3.000 productos tóxicos y 20 que son probadamente cancerígenos”, sostiene.
Subraya la diferencia entre el genoma humano y lo que sucede, por ejemplo, en las colonias de bacterias, donde ante la presencia de una sustancia tóxica para ellas, como los antibióticos a bajas dosis, aprenden por adaptación genética a protegerse y aparecen mecanismos de defensa, y a partir de ellas se genera en muy poco tiempo toda una nueva población resistente, a la cual el antibiótico ya no le afecta: “Nuestro genoma no tiene capacidad para evolucionar tan rápidamente como para contrarrestar a cada uno de los tóxicos a los que estamos expuestos y metabolizarlos o eliminarlos”. De ahí que el leitmotiv del enfoque Biomolecular sea, según lo define, “preservar el genoma”, que es el capital natural de que el organismo dispone para que sus tejidos mantengan la función normal.
La toxicidad. El Dr. Zabala Begnis recuerda que, según el francés Luc Montagnier (descubridor del VIH y Premio Nobel de Medicina 2008 que durante 30 años estudió el cáncer en el Instituto Pasteur de París), en los últimos 60 años los seres humanos se pusieron en contacto con 100.000 nuevas moléculas producidas por la industria, pero sólo se ha estudiado la toxicidad del 10% de todas ellas. Aún peor, el organismo, al tratar de eliminar esas sustancias extrañas, a menudo las transforma químicamente en otras más peligrosas aun.
Muchos otros problemas de salud, tales como malformaciones congénitas, complicaciones en la capacidad reproductiva o afecciones discapacitantes a menudo diagnosticadas como “fatiga crónica” o “fibromialgia”, también pueden deberse en realidad a un cuadro de intoxicación crónica por estas causas, asegura.
Ya se han estudiado varios de los mecanismos por los que esa toxicidad puede afectar directamente al material genético causando tumores. A veces, se alteran los genes relacionados con el estímulo de la reproducción celular; otras, se ven afectados los que producen las proteínas específicas que controlan esa estimulación. “En otros casos pierde control la producción de algunos de los numerosos factores de crecimiento, o el aumento desenfrenado de sus receptores, y existen numerosas causas más que siempre implican el compromiso del material genético, hoy evaluables”, explica Zabala Begnis.
Las causas son tantas que es imposible producir una única “vacuna contra el cáncer”, o pensar en un único mecanismo de reparación por ingeniería genética. La variedad es tal que de hecho se acepta que el cáncer no es una única enfermedad; que tiene múltiples causas, y que es insensato aún hablar de una única cura para todos los tipos de cáncer.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mortalidad por cáncer en el mundo aumentará un 45% entre 2007 y 2030, a pesar del avance y la eficacia de los tratamientos: “Hoy la cirugía, los rayos y la quimioterapia quitan –en el mejor de los casos- la enfermedad luego de penosos tratamientos, pero dejan dentro del organismo actuando a los productos químicos y metales tóxicos que lesionaron al material genético, razón por la cual podemos tener recidivas, metástasis más fáciles de proliferar o nuevos tumores en otros tejidos”, asegura que considera “más ético y más económico trabajar con las causas por las cuales se generan los tumores y muchas otras enfermedades”.
De modo que ante la pregunta de si se puede prevenir el cáncer, la respuesta puede ser afirmativa, siempre y cuando se renuncie a toda “solución mágica”: “Implica educar a la población sobre los riesgos que favorecen la generación de tumores, como la obesidad, el alcoholismo o el sedentarismo, que deterioran el terreno predisponente, estimular la responsabilidad empresarial, realizar un adecuado y estricto control sobre los productos tóxicos ya conocidos y evitar, a cualquier costo, la contaminación ambiental, que ya conocemos como potencial cancerígena”, subraya.
Al evaluar la calidad de ese “terreno predisponente” que el cuerpo ofrece a las enfermedades, medir el grado de contaminación del organismo y analizar la predisposición de cada individuo mediante estudios genéticos, la medicina Biomolecular “representa también una valiosa herramienta de prevención”, asegura.
Actualmente el Dr. Zabala Begnis patrocina la creación de la Sociedad Argentina de Medicina Biomolecular, y trabaja para formar una fundación que permita difundir y extender esta metodología de trabajo para hacerla accesible y lograr que los estudios de contaminación del organismo se impongan como rutina, dado que la contaminación ambiental afecta a la salud de toda la población, sin importar estratos sociales.
Dr. Enrique Zabala Begnis. MN: 103.037
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