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ANIVERSARIO

LOS CAMBIOS QUE ANUNCIAN EL FUTURO

Como señalamos en ediciones anteriores y lo recordamos en todas, cumplimos 25 años con este emprendimiento editorial denominado Novedades Bioquímicas. Hemos alentado la reflexión sobre el impacto del paso del tiempo en la profesión bioquímica y anteriormente nos acercaron su palabra los doctores Silvia González y el Dr. Jorge Rey. Ahora, es nuestro colaborador habitual, el Dr. Enrique D’ Alessio quien transita el paso de los años, con los cambios y sus consecuencias en la búsqueda una mejor profesión que, en definitiva, es una contribución a mejorar la calidad de vida de la población.

25 AÑOS NO ES NADA …
(Por el Dr. Enrique D’Alessio). Es un interesante ejercicio a la reflexión y a la memoria repasar qué ha sucedido con la Bioquímica Clínica en estos últimos 25 años en Argentina. Por formación y actividad me quiero referir a los aspectos de instrumentación, manejo de datos y aspectos prácticos de la profesión, entendiendo además que la revolución que la Biología y la Genética han introducido en el diagnóstico en general ha sido inmensa.

A comienzos de los 90 el Laboratorio de Análisis Clínicos era una unidad cuasi familiar. Aunque esa estructura en muchos lugares persiste, los Megalaboratorios han ido cambiando el perfil de la actividad. La introducción de la automatización en la rutina modificó para siempre la imagen del bioquímico frente a gradillas de 50 tubos y lecturas manuales. Esto liberó a la profesión de la rutina y le permitió adentrarse lentamente en técnicas más sofisticadas y específicas. Un perfil hormonal que era todo un desafío ha pasado a ser hoy rutina.

Recuerdo que hacia 1983, en ocasión del parate generado por la Guerra de las Malvinas, en Metrolab pusimos todo el esfuerzo en el desarrollo y meses después presentamos el modelo 1600, que si bien era manual, automatizaba la toma controlada de muestra y realizaba e imprimía los resultados en unidades de Concentración. Fue todo un cambio en la organización de la rutina.

Hacia el final de los 80, la automatización se esparce fundamentalmente en laboratorios estatales con el famoso Technicon RA-1000, la mayoría de los cuales entraban al país usados desde EUA debido a la legislación allí vigente, que obligaba al usuario a cubrirse con seguros después del tercer año de uso. Eso impulsó una renovación instrumental rápida y la venta al exterior de usados a valores irrisorios.
En 1995 Metrolab introduce su primer Autoanalizador y con ello la automatización se expande con rapidez. No fue un proceso sencillo, particularmente en hospitales y otras instituciones públicas donde la automatización era a menudo vivida como una amenaza: episodios de sabotaje no eran infrecuentes. Pero en el año 2000 el ANMAT prohibió la importación de instrumental usado, dando así un fuerte impulso a la industria local.
Por esos años comienzan varios procesos que cambiarían definitivamente el perfil del laboratorio: la asociación instrumento/reactivo, los programas de control de calidad, el aseguramiento de la identidad del paciente a lo largo del proceso analítico, la automatización del proceso de manejo de datos y su directa interacción con el instrumento.
Las empresas multinacionales productoras de reactivos encuentran adecuado introducir al instrumental de laboratorio como un insumo en lugar de un bien de capital. Con ello los laboratorios estatales reemplazan una inversión en un gasto corriente y transfieren al proveedor todos los costos y logística de instalación, servicio técnico y provisión. Este cambio es bien advertido y administrado por empresas nacionales, tales como Laboratorios Wiener, GT-Lab y otros, que con sus propios reactivos y con instrumentos nacionales y/o importados responden a esta necesidad, no sólo en el país sino también en toda Latinoamérica generando un suceso y compitiendo con éxito frente a empresas del calibre de Abbott y Boehringer. Instrumental de análisis de gases en sangre y de medición de electrolitos completan un panorama de la industria nacional con proyección latinoamericana compitiendo contra economías de mucho mayor volumen.
Los procesos de aseguramiento de la calidad mediante la adhesión voluntaria a programas estadísticos es impulsada por grupos del CEMIC y de FABA. Deseo aquí rendir homenaje al Dr. Daniel Mazziotta, consecuente impulsor y organizador de estos programas desde la Fundación Bioquímica. Estos programas de calidad influyen también en la industria: el bioquímico exige al productor de instrumentos y reactivos material que se adecue a requerimientos cada vez más estrictos.
En paralelo, los controles de calidad se extienden a los mecanismos de tomas de muestra y registro de las mismas. Las tomas de muestra mediante descartables estériles y en vacío y el seguimiento de muestras mediante códigos de barra legibles por el instrumental cierran el círculo virtuoso de minimización de errores.
Con la introducción de técnicas de enzimoinmunoensayo se agregan al laboratorio clínico técnicas antes reservadas sólo a aquellos especializados en el manejo de radioisótopos. Se amplía así el campo de acción al análisis hormonal, de proteínas, drogas de abuso, etc.
Todas estas modificaciones producidas paulatinamente a lo largo de los últimos veinticinco años han generado variaciones estructurales en la profesión bioquímica: menos laboratorios, megalaboratorios que con instrumental sofisticado procesan miles de muestras por día; laboratorios de tamaño intermedio que pueden hacer frente a la competencia y aún crecer. La amplia distribución geográfica del país ha creado cadenas de derivación de las prestaciones más complejas y que por su número escaso no pueden realizarse sino en sistemas automatizados. Pero la ampliación continua de la rutina hace que exista un constante incremento en las prestaciones.
Detrás de este panorama, las organizaciones profesionales han sabido defender los intereses profesionales, luchando por aranceles que reflejen los aumentos de costos que la revolución tecnológica conlleva.